Mujer
Nunca me he sentido inferior a un hombre por ser mujer. Me han intimidado personas con intelectos superiores al mío, pero sus órganos sexuales no han tenido absolutamente nada que ver en mi sentir. Crecí sabiendo que podía ser lo que sea que me propusiera en el mundo: sin la idea de que mi misión en la vida es ser una mujer dedicada al hogar. Desde que tengo memoria quiero escribir y debatir, y quiero viajar. El matrimonio es completamente opcional y francamente, no es una institución a la que deseé unirme. La idea de concebir un hijo se tornó menos horrorizante cuando cumplí 21 años y me aventuré a cuidar a unas gemelas de 6 años en EEUU. He de confesar que parte de mí piensa que es hormonal, la maternidad le hace mucho ruido a mi lógica.
Transportemos esto a la coyuntura política: Enrique Peña Nieto negándole la candidatura a la gubernatura de Chiapas a María Elena Orantes. «No puedes ser candidata a gobernadora porque eres mujer. Eso te vuelve vulnerable». ¡Viva la misoginia, señores! Tantos años de feminismo aferrado y ustedes siguen con sus ideas de que una mujer no tiene la capacidad de gobernar por que somos «vulnerables». Esto es inaceptable viniendo de un candidato a la presidencia cuya competencia más fuerte, es precisamente una mujer.
Lo triste de este hecho, no fue que Peña Nieto se haya atrevido a decirlo, sino que, tal vez, esto exprese la opinión de gran parte de la población. Un día antes de que saliera esta noticia hablaba con mi Abuela sobre Josefina Vázquez Mota. La conversación fue una cosa así:
—Para ser presidenta se necesita tener mucho carácter y no creo que una mujer pueda hacer eso.
—¿Entonces una mujer no tiene la capacidad para gobernar?
—La capacidad la tiene. Una mujer tiene la misma capacidad que un hombre, pero para gobernar se necesitan hacer cosas que una mujer no podría. Cuando estaba chica, mi papá estaba metido en la política, y me contaba las cosas que hacía el entonces gobernador, Agustín Yáñez. Cosas de desaparecer personas, mandar matar gente. Para ser político se necesitan ese tipo de cosas y no creo que una mujer pueda dejar todo lo demás de lado.
Mi Abuela ha sido uno de mis modelos a seguir, desde siempre. Es una empresaria con todo el carácter del mundo. Una mujer que no se deja llevar por sentimentalismos al tomar decisiones. Sí, es de la antigua escuela del priísmo, y sí, es de otra generación. Mi idealismo me hace querer pensar que las cosas han cambiado, que ya no estamos en épocas en las que los políticos simplemente «desaparecen» a la gente que levanta la mano en protesta. Pero esta conversación me hizo preguntarme: si mi Abuela, que es una mujer sumamente educada, y de las mujeres más fuertes que conozco piensa esto, ¿qué pensará el resto del país?
En contraste, se ha evidenciado en este último mes que «está de moda apoyar las candidaturas femeninas». El dedazo de Isabel Miranda de Wallace para el GDF es prueba rotunda. Me da gusto que partidos como el PAN, con historiales de santurrones (¿O soy la única que se acuerda del escándalo de las minifaldas en épocas de Fox?), promuevan candidaturas femeninas, pero espero llegue el día en que las haya sin ayuda del dedazo, que las haya por la libre competencia y no por querer limpiar esos años de sexismo constante.
Y ¿que pasa con la mujer que no es apática al matrimonio y los hijos como yo? ¿Con esas mujeres que además de ser madres y esposas quieren ser presidentas de México? En los últimos dos días, han criticado mucho a Josefina Vázquez Mota por una entrevista de radio que dio en la que parecía estar borracha. Después se disculpó y explicó que, se encontraba muy cansada tras estar 3 días en vela por su hija que estaba grave en el hospital. Puedo asegurar que no faltará el misógino que descalifique las aptitudes como presidenta que tendría, por su situación de madre. Aclaro que no estoy a favor de Vázquez Mota, su escuela del «panismo» contradice mis ideas políticas, pero si no voto por ella, va a ser precisamente por estas ideas políticas que tiene, jamás porque la señora sea madre, jamás por que sea mujer.
Creo que no basta con ser idealistas y pensar que un día las cosas van a cambiar. Pertenezco a esta generación, la que es joven, pensante y votante. La que tiene el poder y la voz para señalar esta clase de sexismo retrógrada y decir «NO ESTÁ BIEN». Soy tapatía, soy fuerte, soy activista, pero antes que cualquier cosa, soy mujer. Hoy, señalo que esta clase de comportamiento misógino dentro de la política no es aceptable, y lo hago públicamente.